sábado, 5 de noviembre de 2016

La familia y el cuenco de madera


Este año, nuevamente me he disfrazado de brujita :) y las uñas que llevo son unos deditos de plástico que se ponen en los de verdad, pues hace años que los tengo, pero es la primera vez que me he dejado ponerlos :)

El día de todos los santos, mi tía hace panellets y nos juntamos en casa con mis primos :)
Este año, no han subido los abuelitos, pero han estado presentes en nuestro corazón y les llevamos las castañas y los boniatos que habíamos hecho. Me gusta mucho estar con mis primos, soy muy afortunada por tener una familia, es el tesoro más preciado con el que nacemos, nos retroalimentamos con cariño.



Quiero deciros que Papá Noel, me mandó un mensaje de video, para que me porte mejor, lo estoy intentado, no hacerme pis, desde que ví el video, llevaba una semana sin hacerlo, mamá ha de pedirle permiso para subirlo al blog, así podré verlo desde el cole también.

Mientras tanto, os dejo un cuento, porque los hijos aprendemos de los actos de nuestros padres,
mi mamá ha tenido los mejores profesores, en especial la abuelita y también el abuelo que ha demostrado, que también está lleno de amor, porque decir te quiero es muy fácil, los te quiero toman forma con nuestros hechos de cada día, dando a los que más lo necesitan nuestro tiempo, nuestra entrega sincera..


El Tazón de madera


El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo de y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación. 


-Tenemos que hacer algo con el abuelo, dijo el hijo. -Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo. 

Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. 

De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de cuatro años observaba todo en silencio. 

Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: -¿Qué estás haciendo? 

Con la misma dulzura el niño le contestó: -Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos. Sonrió y siguió con su tarea. 

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer. 

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel. 

En mi colegio, todos saben lo gran observadora que soy de las situaciones, tiendo a imitar los comportamientos de mis compañeros, y no sólo yo, todos los niños.
Así pues educadnos, con paciencia, amor y respeto, pero sobre todo, a vuestros papás que os educaron así, no los dejéis al margen, cuando ya sean viejitos, siguen formando parte de la familia, Abuelita, pillina, TE QUIERO


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